Federación de Mujeres Cubanas

sábado, 26 de noviembre de 2016

Mi viejo, mi querido Comandante

Los ojos son el reflejo del alma, por eso, los míos, como los de millones de cubanos muestran tantos sentimientos juntos que no existen palabras para expresarlos; y es que para mí Fidel es ese padre, compañero y amigo; grande de corazón, pequeño por su humildad, inmenso por su obra, gigante de pensamiento.
Ha partido su cuerpo, pero aquí estará: en los niños y niñas que cada día van a sus aulas, esas aulas que él nos dio cuando nos hizo libres; en el joven que estudia o trabaja y que a pesar de los tiempos es cubano de patria o muerte; en los adultos que lo conocieron mejor por la cercanía de los años. Así estará porque todo en Cuba lleva el sello que distingue su obra.
Más de seis sientas veces intentaron matarlo. Qué ignorancia la de esos que aspiran a borrarlo porque haya muerto físicamente, a hombres como Fidel no existe arma para ultimarlo, no calculan la inmensidad de sus ideas, que van más allá de la palabra porque ahí está la concreción de cuanto soñó e hizo realidad.
Me duele, claro que me duele, tengo el corazón diciéndome que no llore porque no está muerto, pero el razonamiento lógico de la vida sabe que un día tendría que suceder. No es fácil este dolor que me oprime el pecho, pero que a la vez me hace sentir orgullosa porque nunca le voy a fallar.
Fidel vuelve a tomar el yate Granma para una nueva travesía y junto a él estaremos los de mi generación, la de mi madre, la de mi hija, la de mis nietos.
Mi viejo, mi querido Comandante, guárdame un boleto en este viaje.

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