Haydeé (1920-1980) nació en un batey (poblado) de trabajadores dedicados a la industria azucarera, en Encrucijada, en la antigua provincia de Las Villas, hoy Villa Clara.
Juntas vivieron durante siete meses las vicisitudes de los acciones previas al ataque del segundo bastión militar del dictador Fulgencio Batista, en Santiago de Cuba; junto a Yeyé tomaron parte en aquella batalla su hermano Abel, segundo de la acción, y su novio, Boris Luís Santos Coloma. Ambos murieron asesinados, después de ser torturados hasta la morbosidad por los esbirros batistianos.
Aquellas muchachas, Melba tenía entonces 32 años y Yeyé 33, fueron destinadas a ocupar el hospital Saturnino Lora, junto a otros compañeros. Debían calmar a los ingresados y curar a quienes lo necesitaran. Desde aquellas ventanas se combatió también. Apresadas, pero sin que se tuviera noticias públicas de su existencia, gracias a la periodista Marta Rojas, que se enteró de que estaban presas en el Moncada luego del revés del ataque, pudieron salvar sus preciosas vidas, dedicadas por entero desde entonces a la Revolución Cubana.
Fueron detenidas en Santiago y condenadas a siete meses de cárcel, mientras Fidel y otros sobrevivientes permanecían en la cárcel de Isla de Pinos, al sur de Cuba. Trasladadas a la Cárcel de Mujeres de Guanajay, en la actual provincia de La Habana, realizaron actividades políticas en el recinto y cuando salieron, se incorporaron de lleno a la lucha nuevamente.
De estas dos extraordinarias mujeres, que indicaron al resto de sus coterráneas el camino a seguir para liberar a Cuba, ofrecemos algunos testimonios de aquellos días. Y también del infinito amor con que afrontaron las diversas tareas encomendadas a ellas por el presidente Fidel Castro, luego del triunfo revolucionario de 1959.
En una ocasión, Haydeé escribió sobre los días previos al ataque: Yo no recuerdo con precisión las horas, tal vez ella (Melba) tampoco ahora, después de tantas cosas y tantos años, pero antes, cuando nos poníamos a hablar de aquellas horas, a ella le era más fácil reconocer los hechos en detalles, evocando los pasajes de aquella gesta..
"Todas las veces que veo a Fidel, continuó, que hablo con él, que lo escucho en la televisión pienso en los demás muchachos, en todos los que han muerto y en los que están vivos, y pienso en Fidel, en el Fidel que conocimos y que actualmente es el mismo. Pienso en la Revolución que nos llevó al Moncada".
Haydeé no gustaba de conceder entrevistas. Quienes la conocieron sabían que su existencia había sufrido un golpe brutal, cuando presa en el Moncada, supo de las torturas sufridas por Abel, de su posterior muerte y la de su Boris. Recordar era violentar su espíritu sensible, su corazón destrozado por la brutal muerte de sus queridos Abel y Boris.
En uno de sus escritos, la después presidenta de la Casa de las Américas, que dirigió hasta su muerte, ocurrida un 28 de julio, recordó las últimas horas vividas en la granjita Siboney, donde se acuartelaron los atacantes antes de partir hacia el bastión militar.
Allí estaban Melba, Abel, Renato Guitart, Elpidio Sosa y ella. A Renato se le ocurrió la idea de hacer un "chilindrón" de pollo. Me reí cuando me lo dijo y empecé a argumentarle que no era un chilindrón, sino un fricasé, pero Renato insistía en que así le decían en Vuelta Abajo, contaría luego Haydee.
Mientras cocinaban, la muchacha de Encrucijada recordaba la última vez que estuvieron en su casa familiar, cuando fueron a despedirse de los padres, hermanos y el resto de la familia Santamaría Cuadrado.
A su mente llegaba su hermana Aida, celosa porque en la madrugada del adiós no fueran a despertar a la sobrina. Abel quiso cargar y besar a la pequeña. Y ella misma diciéndole a Aida: Déjanos, a lo mejor es la última vez que la vemos.
Abel, que no quiso cenar aquella noche en la granjita, salió para visitar Santiago, en compañía de un matrimonio amigo. Tal vez sea el último carnaval que vea, se dijo para sí Yeyé". Y así fue.
Su preocupación mayor fue siempre Fidel. Si todo acaba –pensó siempre- que quede Fidel, por él se hará la Revolución, y nuestras vidas y nuestros hechos tendrán un significado.
Melba, la inseparable compañera de Haydeé, nació el 28 de julio de 1921. Dedicó sus fuerzas juveniles a luchar contra la dictadura batistiana. Integró las incipientes filas del grupo revolucionario comandado por Fidel. Tras cumplir su condena en Guanajay, formó parte de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio. Luego, por razones de seguridad, se incorporó al Ejército Rebelde en el III Frente Doctor Mario Muñoz, en la Sierra Maestra.
En más de una entrevista, Melba ha indicado que su hogar, y en especial su padre Manuel, la escuela pública donde hizo los primeros grados en el municipio cienfueguero de Cruces, y especialmente la directora Corina Rodríguez, quien había sido mensajera del general mambí Higinio Esquerra, influyeron de manera decisiva en su vinculación al movimiento revolucionario.
Cuando se le pregunta sobre su compañera Haydeé, ella prefiere el silencio. No voy a hablar de Yeyé..., a mí no me gusta hablar de Yeyé... Ella era excepcional, muy inteligente, muy virtuosa. Yeyé fue generosa, muy avanzada en el pensamiento político, tenía una gran inteligencia, una elevada calidad humana...
Sobre Abel: Y Abel fue un gran patriota, un gran revolucionario. Todos fuimos muy martianos, pero en el caso de él, además de Martí tenía muy presente a Maceo. Era una gente muy firme, persuasiva, muy dulce, infinitamente dulce; enseguida te sentías atrapada por él. Pero de mucho carácter. Se dedicó ávidamente al estudio del marxismo-leninismo. Dicho con toda honestidad, cuando Abel cae es un marxista-leninista convencido. Fue el mejor discípulo de Fidel. El se encargó de educarnos a nosotros en el reconocimiento a la figura de Fidel. Poseía un corazón muy abierto, un corazón que no era de él...
La hoja de servicios de Melba a la Revolución es inmensa, al igual que la de Haydeé, quien en la Casa de las Américas dio cabida a lo mejor de la intelectual cubana, latinoamericana y caribeña.
Mujeres sencillas Melba y Haydeé. Mujeres de miel y de fuego, que guardan en sí la gloria de todos los tiempos. (Tomado de Radio Rebelde)
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